domingo, 14 de octubre de 2012

Marista Boy Meets la Américo Miranda


Mari Mari Narváez

Sé que esto puede sonarles a que me he resignado y no es así. Créanme, estoy muy indignada. Abundaré sobre ello si me sobra el espacio pero ahora quiero desaprovecharlo para decirles que siento ansias locas por pasar cuanto antes al episodio en que Marista Boy meets la Iupi, AKA Memorias del subdesarrollo.

No voy a entrar en las razones que –como antropóloga espontánea– adjudico a Marista Boy para venir a reclamar a rajatabla su puestecito en el Recinto de Ciencias Médicas, y que trascienden su deseo de alcanzar su otro puestecito: el de la gobernación. Ambos le pertenecen por nacimiento pero tanto Time Share en la Florida que ha comprado este país, tanto paquete all-inclusive y coronita de Cinderella y aquí nadie entiende el mundo mágico de los príncipes y sus consortes.

No es lo mismo llamar a la célula madre que verla venir. Quiero ver a Ricky bregando con esa ausencia perenne, el abismal espacio en que nada está en la Universidad de Puerto Rico. El pobrecito, le observo esa mirada de gato del diablo (siempre desorientado) que heredó de su madre, y pienso que todavía no sabe (tal vez nunca lo sepa) lo que es un vuelo non-stop New England - Ave. Americo Miranda, parada Centro Médico.

Cuando el joven hasta ahora asistente de investigación tenga que sacar pecho y, en efecto, montar un banco de células, un laboratorio (algo tendrá que hacer para disimular que se estará usurpando el dinero hasta que Colón baje el dedo), y se dé cuenta de que las cosas no están dadas, hechas, que tiene que montarlo todo desde la nada; cuando se entere de que los científicos que investigan de verdad en la UPR tienen que hacer de tripas corazones para mantener un laboratorio contra todo pronóstico, aparte de pasarse horas largas haciendo el trabajo que nadie quiere hacer para –invariablemente– toparse con la mendicidad de una administración corrupta y mediocre. En ese momento tal vez no lo veremos pero el niñito de papá elevará un pensamiento a las buenas madres del mundo.

Encima, Ricky estará entrando a la Facultad ya severamente desprestigiado. ¿Quién podrá tenerle algún respeto profesional sabiendo que le regalaron el contrato? Yo quisiera verle la cara cuando tenga que enfrentarse a cualquiera de los científicos que llegaron a Ciencias Médicas porque construyeron una carrera académica en las mismas universidades prestigiosas del mundo pero con verdadero sacrificio. Aquellos y aquellas que están entregados a sus investigaciones porque realmente son sus proyectos de vida.

Que el proceso de contratación del niño Rosselló fue completamente deshonesto, irrespetuoso y anti-universitario es obvio y se ha comentado hasta la saciedad. Es un atentado más a la democracia, otro acto de violencia estructural. Que han inflado dramáticamente sus méritos y capacidades para proyectarlo como si fuera un genio, también. Alguna inteligencia debe tener el muchacho, eso no lo dudo. Tanta como tantos otros. Por lo demás, al menos productividad científica se sabe que no tiene todavía. Sólo cuenta con cuatro publicaciones y dos de ellas son sólo ‘reviews’. Tiene un índice H de 2*, que se considera bajo para un chico que ya pasó su etapa post doctoral. Si esto se suma a que él mismo ha declarado tener el anhelo de gobernar a Puerto Rico, entonces la sospecha de que viene a Centro Médico a coger un chequecito para poder mantenerse mientras hace campaña electoral es completamente coherente.

Súmese a esta nefasta historia aquella publicada aquí mismo en CLARIDAD la semana pasada sobre cómo la National Science Foundation ha tenido que congelar 52 millones de dólares destinados a la investigación científica de la Universidad de Puerto Rico porque, en lugar de dedicar los fondos a la producción, los administradores de la Universidad se han dedicado a inflar sus salarios y los de sus investigadores predilectos. Eso es lo más indignante: la hipocresía, no sólo de los administradores de la Universidad sino también del Gobernador y sus allegados.

Por un lado, se proyectan como los defensores acérrimos de las Ciencias como las herramientas más fundamentales para el desarrollo. Se pasan el cuatrienio balbuceando lugares comunes acerca de una economía del conocimiento que en realidad nunca apoyan, a menos que sea para aumentar el avance científico y la productividad de empresas extranjeras que vienen a explotar al País para luego llevarse sus más de 30,000 millones de dólares en ganancias sin invertir un ápice en la Isla, ni siquiera pagando las contribuciones que corresponderían. Han llevado muy lejos su ataque contra las Ciencias Sociales y las Humanidades para favorecer los campos técnicos y científicos que, según ellos, son los únicos importantes para ese desarrollo economómico. Como si el País no estuviera plagado de violencia, desigualdad social y neo-analfabetismo, entre tantos otros padecimientos y como si todo esto no incidiera en la economía y el desarrollo. Administradores y políticos se llenan la boca con discursos clichosos sobre cómo convertirán el Recinto de Río Piedras en uno graduado y especializado en investigación científica. ¿Para qué? ¿Para seguir robándose el dinero, suplementando sus salarios sin producir? (El dinero que la NSF no tiene planes de volver a darles, por cierto) ¿Para seguir invirtiendo en edificios millonarios, en bancos de nada, en laboratorios sin proyectos de investigación?

Yo, tan bruja, fastidiando con este nene y –después de todo– si el pobre no ha publicado algo sobre las células madre ha sido por una noble causa: ha estado sacrificándose todo este tiempo escribiendo esa promesa de libro titulado Un mejor Puerto Rico es posible, para cuya publicación urgente ha revivido la moribunda Editorial de la Universidad.

La verdad, con semejante productividad, ingenio y creatividad; con esa enorme capacidad que ya está demostrando para diferenciarse de su padre, me mata de emoción este muchacho.

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